La pincelada del esplendor: Felipe IV de castaño y plata por Diego Velázquez

por Nicholas Foy

«Con pocas pinceladas llenas de fuerza expresiva, ha sabido crear texturas que los ojos parecen poder tocar…»

¿Quién fue Velázquez sino un gran ilusionista? Un artista que con sus laberínticas composiciones, como Las Meninas o Las Hilanderas, ha maravillado a investigadores durante siglos en búsqueda de una respuesta lógica que parecen nunca encontrar. Sus pinturas invitan a ser transitadas, vistas de cerca y lejos, permitiéndonos descubrir nueva información con cada movimiento que damos. Velázquez nos ha legado una enorme cantidad de retratos gracias a los importantes cargos que ocupó dentro de la corte de Felipe IV, y es precisamente uno de este que aquí proponemos descubrir. 

Colgado en los prestigiosos muros de la National Gallery de Londres, se alza la efigie de Felipe IV, generalmente conocido como Felipe IV de castaño y plata en razón de su vestimenta. Sosteniendo su espada en la mano izquierda y un documento que incluye el nombre del artista en la derecha, la figura exige respeto del espectador. Estamos ante el rey, y en la representación de su rostro nada está librado al azar, todo es tratado con máximo detalle. Sin embargo, no ocurrió lo mismo a la hora de pintar su vestimenta. 

Se trata de una ocasión especial; nos lo indica su traje fuera de lo ordinario, lleno de esplendorosos motivos y apliques plateados. Aquí el artista dio rienda suelta al ilusionista interior. Valiéndose de su profunda comprensión de la percepción, aplicó toques de color que, aunque observados de cerca parezcan un sinsentido, al alejarnos revelan una de las tantas razones por las cuales el nombre de Velázquez ha trascendido hasta nuestros días. Con pocas pinceladas llenas de fuerza expresiva, ha sabido crear texturas que los ojos parecen poder tocar, generando una experiencia sensorial que no deja de conmovernos.



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