por Aldana Sgandurra y Clara Sana
El lado combativo de toda contienda tiene un fuerte componente ideológico, es decir, un marco teórico de ideas que sustentan y fundamentan la acción colectiva y que prevén un presente y un futuro diferentes. Desde ese ideario, las estructuras tradicionales tales como la sociedad, la política, la religión o incluso la construcción del género son puestas bajo revisión (en muchos casos se aspiró incluso a eliminarlas radicalmente). Analizando particularmente la última de las estructuras mencionadas, en esta oportunidad tomamos el rol de la mujer combatiente en la Guerra Civil española, la cual a pesar de su marginación en la vida pública y de su corrimiento hacia la vida privada, decidió participar en el frente de batalla en uno de los conflictos más sangrientos de la historia.
Para que los sistemas económicos o políticos como el de la producción, los espacios de discusión y el mercado puedan operar, dichos sistemas deben tener muy bien demarcados sus sectores de influencia y de poder. Las mujeres fueron privadas de participar en todos estos espacios a lo largo de la historia, a fin de que las mecánicas políticas de conquista, el imperialismo y ciertos resortes del capitalismo en sí, pudiesen resultar funcionales a intereses determinados. En su tarea de procrear, educar a los niños, dedicarse al hogar y ser un complemento dentro de la institución matrimonial, se les ha ido negando la posibilidad de ejercer diferentes funciones, las cuales podrían haber hecho que dichas estructuras se modificasen. Los años de lucha para conseguir el voto femenino son uno de los tantos ejemplos al respecto: para que un sistema funcione, debe quedar implícito (y explícito) quiénes permanecerán afuera del mismo, y en este caso el grupo elegido fue el llamado “sexo débil”.
Desde este punto de vista, la producción “Libertarias” nos invita a contraponer ambas perspectivas: por un lado, la figura de una mujer que se desenvuelve en ese contexto hogareño sin ninguna injerencia en los asuntos de su patria, y por el otro la de la mujer combatiente que exige su lugar en el frente para no quedar fuera de la construcción de la nueva sociedad una vez terminada la batalla. Muchos teóricos se han pronunciado al respecto de la ambigüedad con la que Aranda construye los personajes femeninos en el film, sin separarlos de una manera tajante y combinando sus características, incluso ironizando acerca del accionar de las guerrilleras pronunciando discursos feministas pero vestidas como hombres. Sin embargo, lejos de prestar confusión creemos que se trata de un buen escenario para cuestionar precisamente dichas estructuras en la sociedad.
Ahora bien, en todos y cada uno de los conflictos en los que se ha convocado a la población masculina al frente de batalla, se ha dejado a la mujer a cargo de las estructuras que mantienen a flote la vida cotidiana tal como la conocemos: educación, trabajo, alimentación, producción, incluso la continuidad de los ritos y hábitos más básicos en la vida de un pueblo, como lo constituye la manera de honrar a los muertos en cada una de las culturas, en este caso particularmente a los caídos en batalla.
Dicho esto, el presente film nos muestra un caso distinto, que propone considerar el accionar femenino a partir de su participación activa en el conflicto desde el frente de combate, el lugar elegido no solamente para adherir a la causa republicana, sino también para pelear por la propia. Distintos grupos de mujeres, en este caso la vertiente anarquista de “Mujeres Libres”, decidieron revertir esa situación para que su participación pase a ser de utópica a efectiva, y para hacer su propia revolución dentro de la Guerra Civil.
Cabe mencionar que, a pesar de la veracidad histórica de este grupo, solamente uno de sus personajes ha existido realmente. Se trata de Concha Liaño (Laura Mañá). De hecho, esta valiente libertaria era amiga de la familia Aranda, por lo que se logró perpetuar y recordar en esta obra gracias al director. Este film refleja no sólo una de las guerras más significativas para la historia de España, sino también las injusticias de una sociedad en donde las mujeres debieron alzar la voz para conseguir ser, en cierta forma, escuchadas.
Si bien a lo largo de la historia las grandes corrientes de pensamiento fueron consumadas en su mayor parte por hombres, en esta oportunidad nos centraremos en la causa femenina, tomando la Guerra Civil española como eje de análisis del film. Muchas fueron las fracturas de contingentes que se desprendieron del conflicto, pudiendo afirmar que una de sus principales características fue su profunda heterogeneidad. Incurriríamos en un grave error histórico si pensáramos el suceso en términos binarios, ya que todos los enfrentamientos (y en particular uno de tan larga duración) fueron mucho más complejos y presentaron diversos matices. Sin embargo, en esta oportunidad el enfoque que presentamos tiene una determinación distinta a las de los otros grupos beligerantes, pues no combatió solamente por un presente distinto, sino por un futuro más justo en términos de equidad de género.
Una de las tantas fracturas mencionadas la constituyó el grupo “Mujeres Libres”, el cual bajo los postulados del anarquismo se rebeló contra la idea de que la revolución era cosa de hombres, y quiso garantizar su lugar en la discusión acerca de los roles en el porvenir, una vez finalizada la batalla. Numerosas fueron las obras de esta particular agrupación: organización de asambleas, creación de campañas de alfabetización, contabilización e inventario de insumos y alimentos para el frente, improvisación de cuerpos de enfermería para la pronta atención de heridos, entre otras.
Claro que todo esto no irrumpe de una manera pacífica en nuestro film, como veremos por ejemplo, en el momento en el que se presentan estas mujeres de improvisto en un burdel llevando a cabo la primera causa presentada en el rodaje: combatir la prostitución femenina, puesto que “el amor debe ser siempre libre”.
La propuesta de reflexión acerca de todas estas estructuras, nos llega a partir de la historia de la hermana María (Ariadna Gil), un personaje clave, que se desenvolvió de maneras muy variadas. Como parte de la Iglesia Católica, con su personalidad frágil y temerosa, el camino que debió emprender pudo ser uno de los más difíciles ya que no todas las direcciones fueron únicas y, como se ha dicho previamente, esta guerra estuvo llena de matices. Los sentimientos encontrados, la percepción de la injusticia, los nuevos conceptos en los que indagó como parte del pelotón, hicieron que María decida definitivamente abandonar la Iglesia y unirse a este grupo de mujeres. Sin embargo, lo que no abandonó fue su fe; por lo tanto, lo que este personaje manifestó sentir y trabajar hacia sus adentros a lo largo de todo el film, genera en los espectadores múltiples sensaciones.
Claro que no está sola. El grupo entero, y en particular el personaje de Pilar (Ana Belén), la sostuvieron y acompañaron en todo este camino asegurándole que antes cualquier cosa que se pueden ser en este mundo, ella es una mujer, y por lo tanto puede formar parte del cambio que deseaban llevar a cabo.
De esta manera la película es un acto de sororidad en sí mismo, ya que María fue aceptada como lo que era y todas decidieron enseñarle los fundamentos en los que creían, pero permitiéndole su propio espacio para reflexionar y sentir lo que acontecía alrededor. De esta forma comenzó a percibir una faceta de la vida que no conocía, y decidió poner en práctica sus conocimientos religiosos y espirituales para sumarse a la causa desde su propio rol, pero con un nuevo grupo de compañeras, las cuales le dieron a María las herramientas para luchar por lo que creía justo y verdadero, sin perder jamás su verdadera esencia. Asimismo, el director juega también con la idea de que toda revolución no tiene por qué ser negativa, sino que trae consigo una transformación, en muchos casos para el bien social, sin perder en el proceso la verdadera identidad.
La sociedad y su representación en la pantalla grande
Vicente Aranda nos presenta una obra pensada y trabajada por más de diez años, en la que tomaron forma los postulados descriptos de una manera artística y sensible, pero en el marco de uno de los enfrentamientos más violentos de la historia, en donde se reivindica la figura femenina, la cual toma una postura sumamente libertaria. De esta manera logra, en 1996, ver materializada su propuesta: el deseo por representar el rol de la mujer en uno de los enfrentamientos bélicos más sangrientos y recordados de la historia de España, donde la figura femenina adquiere un nuevo significado. En este sentido Aranda compartió en Fotogramas una frase que nos invita a pensar y recapacitar: «Somos hijos, hermanos y nietos de la gente que vivió aquello, y yo no estoy dispuesto a ser colaborador de la amnesia del país. La utopía sólo será algo absolutamente irrealizable si dejamos de pensar en ella»1.
La España de 1936 generó mucho material fílmico; sin embargo, la película “Libertarias” cuenta los sucesos desde un punto de vista muy particular, que no es neutral, sino lo hace desde el lugar de los que creen que la utopía es posible. Con una óptica feminista, pero que a la vez por sus principios anarquistas pretende generar un cambio global también para los hombres, la producción utiliza diversos formatos que hacen imposible encasillar el trabajo en un solo género cinematográfico, a saber, drama, comedia o acción.
Una obra en donde se combinan diferentes emociones conformando una misma historia, y haciendo de ella un trabajo sólido, pero a la vez reflexivo, ya que muestra una realidad desde múltiples aristas, planteando un concepto de género que va mutando en la modernidad, cuestionando sus más viejas certezas y transformándose en algo absolutamente diferente a lo conocido hasta la guerra. El tiempo y la lucha son dos elementos que también acompañan todo el desarrollo de la trama; los mismos reflejan el valor y la perseverancia por defender lo propio, ya sea la patria o una ideología, y la valoración por lo que es finito, como el tiempo, el cual no deja de correr llevándose con él todo tipo de dolor, sufrimiento y alegría, como una bocanada de aire que al segundo se desvanece, dejando solo un mero recuerdo de lo que fue y pudo ser.
Con más de quinientos extras, tres escenarios distintos de España, Barcelona, Madrid y Aragón, y una gran ambientación precisa (de la cual sobresale la cartelería de la época en muchas de las tomas principales), la película nos transporta en el tiempo, y nos permite visualizar el conflicto y pensar que la memoria es uno de los componentes más importantes que tiene una sociedad para perpetuar su pasado.
El director Vicente Aranda, utiliza en diferentes tomas el recurso del plano subjetivo; el mismo refleja el punto de vista de un protagonista, permitiendo que el espectador sea parte de esa vivencia. En este caso, el papel de María contiene varias secuencias donde la cámara se posa sobre el personaje dejando ver lo que sus ojos están observando, conteniendo cada una de estas escenas un valor emocional que complementa la trama: el presenciar el crimen de un sacerdote a las afueras de Barcelona, o bien el brutal y sangriento asesinato de sus compañeros, en especial, el de Charo (Loles León), dos momentos que reflejan las atrocidades llevadas a cabo durante la guerra.
Otro recurso cinematográfico destacado y utilizado por el director es el plano detalle, permitiendo hacer énfasis en un objeto o situación dando mayor interés al espectador. En el film puede observarse cuando son quemados en la hoguera todos los objetos pertenecientes a la Iglesia; o cuando las manos de María y Jesús (Miguel Bosé) se juntan permitiendo que, desde una simple imagen, el espectador comprenda el significado de que el amor puede encontrarse hasta en los momentos más oscuros y desesperantes.
El film nos mueve a reflexionar acerca de las estructuras de una sociedad conservadora que se transforma, visualizando particularmente el concepto del género plasmado en la figura de las libertarias y su causa. El enfrentamiento entre hermanos que marcó a un país, que los acompañó para toda su existencia, generación tras generación nos guía como parte de la trama, y la historia que cuenta el director genera en el espectador el espacio necesario para rememorar este acontecimiento histórico que ha marcado la vida de familias enteras. Pero es necesario que cada una de ellas recuerde los sangrientos sucesos que las atravesaron para siempre; en este sentido la película nos muestra la realidad de una sociedad en conflicto, sumamente fragmentada política e ideológicamente, pero a la vez hace hincapié en las realidades de los diferentes personajes.
Vicente Aranda se expresó en una entrevista de Fotogramas antes de comenzar a rodar la película, afirmando que “es malo olvidar”2. Esto nos invita a pensar sobre la memoria, uno de los componentes más importantes de la sociedad, el que permite salvaguardar la historia, los recuerdos, las vidas de todas aquellas personas que lucharon por un mundo más justo, ya que gracias a ella podemos rememorarlos y preservar su lucha. Olvidar es enterrar nuestras raíces, despojarnos de todos aquellos que permitieron que hoy seamos lo que somos, recordar debe ser un compromiso social: nunca dejar morir el pasado. Por eso vale la pena recalcar que, hasta el último momento de sus vidas, estas libertarias defendieron no sólo a su patria sino también su posición, dejando una huella que marcó por siempre su perpetuidad de la mano de la causa feminista que buscaba nada más ni nada menos que la equivalencia de los dos géneros.
La producción presenta innumerables puntos irónicos que hacen dinámica la trama, y que de un modo sutil y entretenido defienden los postulados centrales, aquellos que tantos años de análisis y reflexión le llevaron al director y su equipo, para poder salir a la luz en este film. Habitualmente se nos recuerda a través de diferentes recursos y fuentes que la guerra es un episodio cruento y salvaje, en donde las únicas cualidades que se necesitan están asociadas a la fuerza física del género masculino. Sin embargo, dichas habilidades fueron sistemáticamente igualadas por las mujeres en cada uno de los conflictos, e incluso la participación femenina generó en todos y cada uno de ellos muchas herramientas más. ¿Acaso la fuerza, la inteligencia, la templanza y la humanidad no son herramientas indispensables para sobrevivir en el frente?, y de serlo, ¿por qué nos permitimos transmitir de generación en generación la idea de que solo los hombres pueden aportarlas?
Consideraciones finales
Reproducir la dinámica de que el presente, la revolución y su futuro, son coordenadas esencialmente masculinas, es negar que ambos géneros están activos asumiendo que uno conduce al otro vetándole su capacidad de acción y decisión. Los discursos presentes en el film nos invitan a pensar, por el contrario, que los dos géneros no son ni iguales ni diferentes, sino equivalentes. La obra, basada en la novela de Antonio Rabinab, da un giro sobre el final. Los milicianos deciden retirar a las mujeres del frente a raíz de la continua aparición de enfermedades de transmisión sexual y debido a su escasa preparación militar. En lugar de ello, se les propone colaborar con el lavado y planchado de uniformes, la contabilización y preparación de los insumos, y la elaboración de las viandas para alimentar a los soldados que, por el contrario, sí permanecieron en el frente. Nuestro grupo de “Mujeres Libres” se niega. Sin embargo, ya finalizando el largometraje el objetivo queda perfectamente transmitido, puesto que para ese momento ya se ha generado en la percepción de los espectadores el interrogante acerca de si las grandes estructuras de la historia (el género por excelencia, en este análisis) pueden seguir de la misma manera hacia el futuro de manera inmutable.
Aunque hemos transitado ya muchos años desde entonces, y el tiempo histórico se ha encargado de derribar viejos discursos y componer nuevos, aún podemos reflexionar profundamente con esta película acerca de cuál fue y es la revolución de las mujeres libres. Una revolución que marcó un principio, pero no un final, en la cual se buscó lograr una sociedad más justa y equitativa, donde la participación en el conflicto se convirtió para aquellas mujeres en un símbolo de igualdad, de lucha, de valor y compromiso por aquellos ideales que hoy en día resuenan con mayor fulgor en la búsqueda de un “mundo nuevo”.
Luego de estas líneas de análisis y reflexión sobre el film por las que conocimos cuál fue la impronta del grupo “Mujeres Libres”, ahora nosotras podemos preguntarnos, entonces: ¿cuál sería hoy nuestra revolución?
Ficha técnica
Título original: Libertarias
Año: 1996
Duración: 124 min.
País: España
Dirección: Vicente Aranda
Guión: Antonio Rabinad, Vicente Aranda (Historia: José Luis Guarner, Vicente Aranda
Reparto: Ariadna Gil, Victoria Abril, Ana Belén, Jorge Sanza, Loles León, Miguel Bosé, Laura Mañá, Blanca Apilánez, Azucena de la Fuente, José Sancho, María Galiana, Antonio Dechent, Joan Crosas, Claudia Gravy, Paco Bas, Patricia Vico y María Pujalte.
Género: Drama, Guerra Civil Española, Feminismo.
Música: José Nieto
Premios: Premios Goya 1996, 6 nominaciones.
1 Galán, Diego. «´Libertarias´, la memoria histórica de Vicente Aranda», El País. Madrid, mayo de 2004
2 Galán, Diego. «´Libertarias´, la memoria histórica de Vicente Aranda», El País. Madrid, mayo de 2004.