Fundación para la investigación y la difusión de la historia y la cultura españolas en la Argentina
Artículo realizado por Juana Vissio
Continuando con el eje que recorre la sección durante este ciclo 2024, abordamos en esta oportunidad un film que toca las fibras más profundas acerca de la temática de la migración. Bajo la dirección de Salvador Calvo y con un guion de Alejandro Hernández, Adú (2020) ofrece una mirada íntima y conmovedora de la vida de millones de personas que buscan un futuro mejor al otro lado del mar. La película no solo explora el viaje físico de los protagonistas, sino también desentraña el trasfondo humano y emocional que los impulsa, y explica de manera directa y cruda el detrás de escena de quienes buscan un futuro en Europa.
La crítica y el público han respondido con entusiasmo a Adú, film que recibió trece nominaciones y cuatro Premios Goya, destacando su impacto y relevancia. Parte de los ingresos de la película se destinaron a ONGs para la construcción de hospitales en África, reforzando el compromiso de la producción con la causa humanitaria.
La sinopsis de Netflix nos adelanta que la película presenta tres historias distintas ambientadas en la misma tierra: “Cerca de un pueblo español en el norte de África, un niño hace un viaje doloroso, un padre se reconecta con su hija, y un agente de la guardia civil es presa de la culpa.”
Luego de presenciar la muerte de su madre, Adú (Moustapha Oumarou) y su hermana huyen desesperados con la intención de reencontrarse con su padre en España. Se embarcan en un viaje sumamente peligroso no solo por las condiciones ya que van de un lado a otro, sino también por las personas que intentan aprovecharse de ellos.
No muy lejos, un activista español (Luis Tosar) se horroriza ante un elefante muerto y sin colmillos, señal clara de que fue asesinado por cazadores furtivos en busca de marfil. El protagonista de esta segunda historia también encuentra conflicto al reencontrarse con su hija (Anna Castillo) recién llegada de España, quien enfrenta algunos problemas con las drogas. Aunque inicialmente estas escenas parecen desconectadas de la temática central que es la migración hacia la supervivencia, el mismo director explica que la función de esta segunda historia es “plantear en paralelos los problemas del tercer mundo y del primero, que son insignificantes cuando los comparas con el hambre, con caer en manos de un pederasta o en una red de tráfico de órganos humanos.”1 El director logra contrastar la desgracia social y económica de África con la realidad de ese mundo que se halla más allá de esa frontera que desean cruzar a pesar de todos los riesgos que conlleva.
La tercera historia, aunque más complementaria, le da sentido al final. Se ubica kilómetros al norte, en Melilla, donde un grupo de guardias civiles se enfrentan a un grupo de subsaharianos que tratan de cruzar la frontera. La muerte de uno de los migrantes desencadena un conflicto en el que los guardias civiles deben enfrentarse a la justicia sin muchas más culpas de las que lleva cada uno en su mente.
*Alerta spoiler*
El director se ocupa de reflejar que no solo es riesgoso todo el viaje para emigrar, sino que, aunque se llegue a destino no se está a salvo, fundamentalmente porque existe lo que se llama “devolución en caliente”. Esta práctica ilegal consiste en la detención de las personas que cruzan la frontera ilegalmente y el posterior traslado de vuelta a la frontera sin ningún tipo de trámite y de indagación en la persona que están deteniendo y trasladando. En otras palabras, impiden de facto la posibilidad de pedir asilo.
*Fin spoiler*
La idea de esta película nace durante el rodaje del film 1898. Los Últimos de Filipinas (2016) cuando Salvador Calvo entró en contacto con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) y conoció las miles de historias de los niños que ponen en riesgo su vida por huir hacia Europa. «Fueron muchas las cosas que vimos, pero recuerdo que una vez un niño de 6 años, la misma edad que nuestro protagonista, llegó con su madre y sus dos hermanas en la patera», contó el director en una entrevista con Censacine, y «descubrieron que el niño no era hijo suyo y que ella lo traía para desguazarlo, para venderlo como órganos para una red de tráficos de órganos que tiene su entrada en Canarias y luego se distribuye por toda Europa”2.
Por otro lado, Paolo Vasile, delegado de Mediaset España, compartió que todo nació con la noticia del “niño de la maleta”, aquel niño que en 2015 fue encontrado dentro de este objeto por un escáner en la frontera de Ceuta.
Otra historia que conmovió al director fue la de un somalí de 15 años que logró escapar de su hogar donde era abusado por su tío y amigos, hombres poderosos en su pueblo; este testimonio lo encarna Massar (Adam Nourou) y relata la forma en que lo hacían vestirse de mujer y usar maquillaje. Su única solución fue huir, atravesar solo el desierto de Sahara y prostituirse para conseguir dinero para sobrevivir y llegar a Europa. A diferencia del film, este joven murió de SIDA a la semana de llegar a Europa.
Así como estas tres historias, se recogen muchas más para representar la odisea de todas esas personas que abandonan sus hogares para buscar más que un futuro mejor, un lugar seguro en donde no falte la comida ni peligre su vida o su integridad física.
En las últimas décadas, las migraciones desde África hacia Europa se ven influenciadas por una combinación de factores económicos, políticos y sociales. La colonización de este continente y la posterior expansión durante el siglo XIX tuvo un gran impacto en las migraciones africanas. Las potencias coloniales, como Gran Bretaña, Francia, Bélgica y Portugal, trazaron fronteras arbitrarias y reorganizaron las estructuras sociales y políticas, lo que forzó a los africanos a desplazarse.
Después de la Segunda Guerra Mundial, África comenzó con un proceso de descolonización el cual, si bien las colonias lograron su independencia, trazó nuevas fronteras nacionales que dividieron a grupos étnicos y culturales. Esta división arbitraria (desde las colonias hasta sus independencias) produjo una serie de conflictos armados y guerras civiles en diferentes regiones de África como en Sudán, Ruanda, Angola y Somalia. Estos conflictos, junto con la corrupción y políticas económicas fallidas, desembocaron en grandes crisis humanitarias. La falta de acceso a necesidades básicas, como agua potable, ha llevado a muchas personas (en su mayoría niños y mujeres) a emigrar no solo en busca de un futuro mejor, sino simplemente para escapar de una vida marcada por el hambre, la inseguridad y el peligro constante.
Estas historias reales proporcionan una base conmovedora para una narrativa que revela el sufrimiento y la desesperación de aquellos que arriesgan todo en busca de un futuro mejor. En la contracara se muestra la internalización de prejuicios, ignorancia y racismo de una parte de Occidente, los cuales se transforman en obstáculos significativos a la hora de abordar la crisis migratoria de manera efectiva. Adú ofrece un retrato multifacético de la crisis migratoria, exponiendo no solo la desesperación de quienes cruzan fronteras, sino también los desafíos y dilemas morales que enfrentan tanto los migrantes como las autoridades.
Título: Adú
Año: 2020
País: España
Duración: 119 minutos.
Dirección: Salvador Calvo.
Guión: Alejandro Hernández.
Música: Emilio Kauderer.
Fotografía: Sergi Vilanova.
Reparto: Luis Tosar, Álvaro Cervantes, Anna Castillo, Moustapha Oumarou, Miquel Fernández, Jesús Carroza, Adam Nourou, Zayiddiya Dissou, Ana Wagener, Nora Navas, Bella Agossou.
Productoras: Ikiru Films, ICAA, Mediaset España, Netflix, Telecinco Cinema, La Terraza Films, Un Mundo Prohibido.
Distribuidora: Paramount Pictures
Género: Drama
Información extraída de https://www.filmaffinity.com/es/film307683.html