Quizá, hubiéramos podido cambiar el mundo. Rescatando el espíritu de una revolución

por Rosa Elena Figueroa

Muchas veces, cuando pensamos en la historia, en sus momentos más críticos, esos en los que el devenir se quiebra, nos preguntamos qué hubiese pasado si esto o aquello hubiera sido diferente. Si en El Ministerio del Tiempo nos interrogábamos acerca de qué cambiaríamos de nuestras vidas si pudiésemos viajar al pretérito, aquí se trata de pensar cómo se hubiese alterado la historia si tal o cual actitud hubiera sido diferente y determinado el triunfo de la Segunda República en la Guerra Civil Española. La historia contrafáctica no es historia rigurosa, pero resulta un interesante ejercicio intelectual para analizar lo que realmente sucedió y para reflexionar sobre esos distintos futuros que se jugaron en algún presente ya pasado. 

Ken Loach, fiel a su cultivado realismo social, nos invita en Tierra y libertad a incursionar en una historia de lucha, de ideologías, de camaraderías, de alianzas políticas, de tensiones y traiciones, de intereses y decepciones y todo atravesado por el amor y la pasión revolucionarios. “Si hubiésemos triunfado aquí quizá hubiéramos podido cambiar el mundo”, dice David hacia el final. La propuesta del director es pensar la Guerra Civil Española como la antesala de la Segunda Guerra Mundial, de su resolución como la condición que hizo posible el fortalecimiento de los fascismos y la conflagración que arrastró al mundo a la tragedia. Estrenada en medio del clima del “fin de la historia” esta película grita “no pasa nada, ya llegará nuestro día”. Una trama ficcionada que nos cuenta en forma simple la compleja situación que dividió al bando republicano: la disyuntiva entre moderación y revolución, la colectivización de la tierra, las traiciones del estalinismo, el carácter internacionalista que tuvo la guerra, la entrega personal por el futuro, la desilusión de muchos comunistas de su propio partido, el romanticismo inicial acompañado de canciones milicianas y la cruda realidad de los muertos y las derrotas. Tierra y libertad es un film que logra en el espectador la empatía con sus protagonistas, que invita a la emoción por causas que parecen perdidas, que rescata un sentido de justicia, solidaridad e igualdad y también de libertad, muy distintos a los de hoy pero que llama a hacer prevalecer. 

Las películas también pueden ser acontecimientos históricos piensa Marc Ferro. El estreno de Tierra y libertad en un tiempo en que la experiencia histórica del socialismo real había caído con el Muro de Berlín, puede ser tenido como una voz que, en medio de un clima de derrota, se anima a rescatar el aporte de aquellos que han luchado alguna vez, que llama a no arrepentirse de haberlo intentado porque, aunque ellos desaparezcan o mueran, como dice el poema de Morris, sus actos quedarán. 

Un libro de historia puede leerse por su autor y por la época en que fue escrito, eso mismo puede decirse de esta película. El cine puede contar la historia a través de una historia y es lo que hace el director británico con Tierra y libertad. Con David y Blanca, con sus camaradas milicianos del PUM (Partido de Unificación Marxista), con los anarquistas y los comunistas de Stalin, el film no se dirige tanto a confrontar discursivamente con los nacionales, con los cuales no hay más que batallar en la guerra, sino a mostrar las contradicciones y tensiones internas que dividieron al lado republicano haciéndolos oponerse entre ellos y así tratar de pensar por qué fueron vencidos. 

Loach juega con una ida y vuelta en el tiempo permanente, ese ir y venir entre un presente de fin de siglo y aquel momento en que pudo haberse cambiado el curso de los acontecimientos. El relato comienza por el final, en un viejo edificio, donde las ideas de la centuria se disputan como pinturas rupestres en las paredes entre escaleras, los paramédicos llegan ante el aviso de un hombre desmayado. Les indica una mujer que “es el viejo”, quien yace inconsciente en un sofá mientras una muchacha afligida responde a las preguntas y dice su nombre: David Carr. Las escenas se suceden rápidamente; en el trayecto al hospital el espectador sabe que el hombre sólo tiene a su nieta en la ciudad, que su hija vive lejos y no viene seguido, pero la vida para él termina súbitamente. Pronto, la muchacha se encuentra donde vivía su abuelo revisando papeles, recortes de diario que van mostrando quién era David: trabajadores, cierres de minas, será una valija, especialmente apartada la que vaya revelando la trama. Y lo harán otros retazos de periódicos, las cartas, las fotografías en blanco y negro y un pañuelo rojo que envuelve tierra seca, los que cuenten esta historia en la Guerra Civil Española. 

El director, entonces, presenta su film e interrumpe la ficción con la realidad dura de imágenes documentales y placas que intercaladas y con rigor histórico ponen al espectador en contexto. Es 1936, el triunfo de la coalición de socialistas y republicanos, es la primera. Así se suceden, al tiempo que secuencian los hechos del pasado: el júbilo popular de la victoria en las elecciones, la llegada al poder del nuevo gobierno, las banderas de los trabajadores y luego la reacción de policías montados arremetiendo contra la multitud, y los generales y Franco. Entonces el espectador es llevado de nuevo a la ficción de un mitin político en que un republicano en Gran Bretaña exhibe estas imágenes y llama a unirse a la lucha. 

David está en ese mitin, es un militante comunista afiliado al partido, un desempleado en el Liverpool de los años ’30 que decide incorporarse al llamado de los antifascistas españoles, tal como lo hicieron tantos trabajadores comprometidos del mundo. David llegará como polizón, sin papeles y en total clandestinidad salvo por el carnet del partido, al tren donde encuentra la solidaridad y la camaradería de otros compañeros que lo suman a las milicias del Partido de Unificación Marxista, donde la suerte lo llevará al frente de Aragón, donde luchan cerca de los anarquistas. 

Allí, lleno de ilusiones y a fuerza de las convicciones conocerá a otros voluntarios extranjeros, aprenderá a usar las armas y a combatir. Resaltará, entonces, el carácter improvisado y falto de experiencia militar de aquellos que se aprestaban a pelear con las tropas profesionales del bando nacional. Pero lo que sobra es convicción y entrega. También se irá mostrando otra lucha por la libertad: las de las mujeres contra esas viejas estructuras patriarcales que casi sin quererlo persisten entre los propios revolucionarios. En Gran Bretaña ha quedado Kitty, pareja de David, a quien escribirá y relatará el pasar de sus días en esa trinchera compartida con una criada, un pastelero, un ex soldado francés, un italiano, un ex marino mercante también inglés, un irlandés ex miembro del IRA y una muchacha llamada Blanca. Ella es la otra protagonista y será atractiva para David desde el comienzo, pero su historia no se dará hasta después de la trágica muerte en combate de Kugan, el hombre de Blanca. 

Las batallas en un principio teñidas de romanticismo se irán volviendo cada vez más duras. La toma de un pueblo en manos de los nacionales será el momento en donde toda la tragedia de la guerra civil se revele en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo y en la toma de una decisión por parte de los milicianos que resulta en un fusilamiento. El director exhibe abiertamente el contraste de lo que se juega en la España de entonces: un pueblo de campesinos pobres frente a los privilegios de los terratenientes y el clero. Es interesante ver cómo el director cuenta este acontecimiento porque los protagonistas van a ejecutar a un hombre desarmado, a un prisionero que, casualmente ha matado a uno de los más importantes de los milicianos, a Kugan. Se apela a una escena de crueldad sin contemplaciones morales de ningún tipo de los franquistas contra los campesinos. El recurso busca que el espectador comparta la injusticia por ellos sufrida y así hacerlo sentir más cerca de la decisión que han tomado los milicianos respecto del cura. Resulta obvio que es el responsable de la muerte de Kugan, pero los combatientes jamás se lo reprochan, no es una venganza. La escena es rodeada de reclamos por la delación del sacerdote que ha violado hasta el secreto de confesión, por lo cual han sido asesinados jóvenes anarquistas mientras sus familiares lloran sobre sus cuerpos desparramados por el campo. La condena resulta así un acto de justicia revolucionaria.

Luego, vendrá la asamblea del pueblo en que se discute nada menos que la colectivización de la tierra, después las presiones para ser incorporados a las secciones controladas por el gobierno, la falta de armas, las coacciones en las que juegan los intereses geopolíticos de Stalin. 

Cambios de escenas suavizados y acompañados de melodías de época y la voz de David que, en una carta leída en el presente, nos cuenta desde el pasado, nos habla de ese tiempo y de su vida. Cada secuencia es, a la vez, relatada desde los periódicos guardados del militante, desde los títulos que anuncian la revuelta de tropas en Marruecos hasta las bombas de los nazis en Guernica y las acusaciones de comunistas contra anarquistas y trotskistas que van dispersando a los antifascistas. Esos cambios al son de “A las barricadas”, de “Si me quieres escribir” crean un ambiente de lucha romántica por una sociedad sin privilegios porque así es presentado el enfrentamiento contra los defensores de antiguas jerarquías. El espectador es transportado a las emociones de sus protagonistas, a sus vivencias, a sus fortalezas e incertidumbres. Sin embargo, aquel romanticismo que empujó a la batalla se va encontrando con la realidad de la guerra civil, de la gente que sufre, que muere. El “socialismo en acción”, como dice el protagonista, haciendo la lucha de clases, debatiendo, enfrentando sus propias contradicciones y traiciones. 

La asamblea es una escena magistral, el clímax ideológico de la película, contextualizada en un pueblo recuperado para la causa antifascista. En ella Loach logra algo muy difícil: traducir esa compleja teorización marxista a una discusión donde campesinos y milicianos se apropian de las ideas para decirlas en forma simple y vivencial, la colectivización de la tierra y de las herramientas de labor para compartir y dar a cada uno lo suyo con justicia, y así, radicalizando los contrastes con el adversario, vencerlo al fin. Y en esa escena de la asamblea, tan natural, donde actores con rostros rústicos, trabajados y padecidos, se evidencian las rigideces del bando republicano, los intereses particulares, las reminiscencias de la cultura capitalista en tensión con los cambios sociales, la geopolítica de la época, México y la Rusia de Stalin, el discurso moderado y la estrategia de lucha para evitar el triunfo del fascismo, que es algo que se juega más allá de España, se juega en el mundo. 

Todo el tiempo, en los diálogos, en las reflexiones del protagonista, en las discusiones políticas lo que se disputa es el futuro, el planteo del director, aquello a lo cual nos invita a pensar es lo que se llama historia contrafáctica: “si hubiésemos triunfado aquí, quizá hubiéramos podido cambiar el mundo”, dice David. 

Un accidente con un fusil lleva a David a Barcelona y lo acerca a Blanca, mientras sus compañeros quedan en el frente. Es la oportunidad también para que otro personaje, Lawrence el ex marino mercante inglés que venía mostrándose siempre como el antagonista moderado en toda discusión, decida partir para incorporarse a las fuerzas oficiales. Lo que no sabe Blanca, cuando pasa la primera noche con David en una pensión de la ciudad, es que él también ha tomado una decisión similar al unirse a los comunistas. El protagonista vivirá su propia experiencia y comprobará por sí mismo la contradicción de combatir anarquistas en vez de luchar contra el bando nacional y volverá con sus camaradas en el frente de Aragón y con Blanca que no tardará en disculparlo. 

Las penurias del combate desigual se irán agravando hasta el día de la última batalla en que toman una colina tras largo esfuerzo y varias bajas, posición que no podrán defender pues quienes habían prometido refuerzos jamás lo enviarán. La cámara siguiendo al combatiente escalar la cuesta en medio de la humareda y las descargas, la canción republicana acompañando su marcha y las elipsis, sirven para compartir la interminable e imposible resistencia a la espera inútil del apoyo militar. Los milicianos sobrevivientes y heridos después de la retirada tendrán que enfrentar ellos mismos las falsas acusaciones de conspiración con el enemigo frente a las amenazantes fuerzas del gobierno, entre quienes está Lawrence. La muerte de Blanca marca el final de la historia. La cámara lenta en ángulo picado que sigue sus últimos pasos mientras las balas republicanas disparadas a traición, perforan su espalda, buscan ser el símbolo de la otra traición, la traición a la lucha que explica el triunfo del fascismo. Su muerte se une con la de David en el presente. Enterrada la muchacha en tierra colectivizada, David tomará un puñado y la guardará en el pañuelo rojo de su compañera. En el entierro de ambos se unen el pasado y el presente de una lucha, mientras la voz de David anuncia que “ya llegará nuestro día”, y la voz de Blanca llama a tomar fuerzas porque “el mañana es nuestro”, mientras la misma tierra colectivizada es ahora arrojada por la nieta sobre la tumba del viejo militante, al tiempo que lee el poema de William Morris clamando unirse “a la batalla en la que ningún hombre fracasa  porque aunque desaparezca o muera sus actos siempre prevalecerán”, con el puño cerrado, en alto y envuelto en el pañuelo rojo.



FICHA TÉCNICA 

TÍTULO ORIGINAL: Land and Freedom (Tierra y libertad)

AÑO: 1995.

PAÍS: Gran Bretaña.

DIRECCIÓN: Ken Loach.

MÚSICA: George Fenton.

FOTOGRAFÍA: Barry Ackroyd.

DURACIÓN: 110 minutos.

REPARTO: Ian Hart, Icíar Bollaín, Rosana Pastor, Tom Gilroy, Marc Martínez, Fréderic Pierrot, Sergi Calleja; Raffaele Cantatore, Pascal Demolon, Paul Laverty, Josep Magen, Jürgen Müller.

GUION: Jim Allen.

PRODUCCIÓN: Coproducción Reino Unido-España-Alemania; Parallax Pictures, Messidor Films, Road Movies Britte Produktionen, Televisión Española (TVE), Polygram Filmed Entertainment, Working Title Films.

GÉNERO: Bélico. Drama/Guerra Civil Española. Histórico.

CLASIFICACIÓN: Mayores de 12 años.

Extraído de filmaffinity.com


Las imágenes fueron extraídas de https://www.pinterest.co.uk/pin/370913719300695893/?nic_v2=1aL2mnl45 y https://elpais.com/cultura/2016/05/26/television/1464288206_181061.html. Las mismas pertenecen a sus respectivos dueños.



Atribución 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
Este artículo fue escrito por su respectivo autor/a bajo la licencia Creative Commons. Las imágenes responden a sus respectivos dueños.

Los comentarios están cerrados.