Los últimos de Filipinas. Una historia de la última defensa de la España imperial

PRESENTACIÓN DE LA  SEXTA ENTREGA DE ¡UNA HISTORIA DE PELÍCULA!

Esta sexta entrega de ¡Una Historia de película! estará dedicada al film 1898: Los últimos de Filipinas (2016).

Reiteramos un concepto plasmado en reseñas anteriores: la historia está siendo interpelada en forma creciente por el nuevo cine español de manera renovada y crítica, a partir de un sesgo revisionista que otorga vitalidad y nuevas miradas sobre acontecimientos decisivos para la historia de España. Sin embargo, debemos estar alertas acerca de este revisionismo: si supone propuestas con una adecuada fidelidad a los hechos históricos o bien es producto de la coyuntura en la que se inscribe la obra en cuestión. En esta reseña, Rosa Elena Figueroa presenta un pormenorizado análisis del film 1898: Los últimos de Filipinas, basado en  un acontecimiento que todavía mantiene debates abiertos en el presente, como lo es la caída definitiva de España como imperio. Una vez más, España atravesada por sus complejidades e interpelada por su historia.

María Fernanda López Goldaracena
Coordinadora de ¡Una Historia de Película!

Artículo realizado por Rosa Elena Figueroa

En la penumbra una cerilla enciende una antorcha que en medio de la selva húmeda y frondosa es levantada por un hombre de rasgos orientales, bien pertrechado de armas, y balanceada en señal a otro. Una voz narra el pasado, habla de Baler, de Manila, de la jungla, de una aldea tagala y de “sanguinarios rebeldes que odian a España”. Cuenta la historia de un asalto al último bastión español del lugar, caos, miedo y desesperación. La escena de un degüello y en la oscuridad una partida de esos hombres se lanza dentro de un destacamento de soldados donde cuerpo a cuerpo se matan unos a otros. La imagen se aleja del bosque inconmensurable y temible en el umbral del amanecer, y una cascada y la costa y el océano. La voz cierra estos primeros retratos: “Ellos luchaban por su libertad, nosotros por la supervivencia de un imperio… Y perdimos. […]”.

Hacia fines del siglo XIX un viejo imperio estaba llegando a su fin mientras otro se asomaba a la hegemonía mundial. España había perdido sus colonias continentales, al tiempo que Estados Unidos comenzaba a crear su zona de seguridad en los mares del mundo. Es en este contexto en el que se sitúan los hechos reales que inspiran 1898: Los últimos de Filipinas.

Filmada en 2016, dirigida por Salvador Calvo y producida por Enrique Cerezo, los hechos relatados por la cinta que hoy presentamos ya habían sido versionados en un clásico del cine español de 1945 por Antonio Román. Si bien no es el objetivo de este trabajo cruzar comparativamente una y otra obra, resaltamos que no sólo importa el marco histórico de los hechos narrados en ambas tramas sino aquel en el cual las mismas fueron creadas.

Imagen extraída de https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-twitter-perez-reverte-cine-espanol-201807301533_n

Explica Ramón Muñiz Sarmiento cómo el franquismo se lanza a buscar su legitimación y destaca el papel del cine. En este sentido, recalca que se “subvenciona aquellas producciones consideradas de ‘interés nacional’ y que contribuyen a transmitir el mensaje falangista: nacionalismo homogéneo, catolicismo a ultranza, la idea de una sola cultura, una sola raza, un mismo idioma, o bien la importancia de la jerarquía y el orden militar (…) contra los supuestos enemigos de la nación”1. Para Muñiz Sarmiento: “Es un momento en que el mundo pasa factura por sus relaciones con los regímenes fascistas de Alemania e Italia. El hambre y la miseria (…) reinan en ese panorama (…). No se necesita de nadie y todo el que esté en contra es un enemigo. El Régimen requiere plantar o fortalecer en las mentalidades la idea de resistencia ante el aislamiento”.

En cambio, 1898: Los últimos de Filipinas responde al marco de 2016. El citado autor destaca que, en este tiempo, se torna aceptable expresar ideas y cuestionar la historia y la realidad, donde los personajes muestran sus virtudes y defectos, por eso resulta más verosímil.3 Así “se convierte en una mirada desmitificadora de este hecho y de los valores nacionalistas, esencialistas y casticistas defendidos en la primera entrega” 4. La propuesta de Calvo termina siendo más realista.5 Nos ocuparemos entonces de la nueva adaptación de aquellos sucesos.

Mencionaremos que el film no es del todo fiel a la crónica histórica. El recurso de sintetizar en un personaje a varios o bien en un acontecimiento otros, le permite al director contar al espectador un drama bélico de manera ágil y metafórica. También se anima a desacralizar a aquellos que pudieron ser inmortalizados como héroes por la memoria popular. Y al hacerlo deja en evidencia esos claroscuros tan humanos, a través de personajes como el sargento Jimeno Costa (Javier Gutiérrez Álvarez) o el teniente Martín Cerezo (Luis Tosar): pasiones, crueldades, tentaciones y debilidades, cobardías y miserias de hombres recordados por haber sido los últimos defensores de la España imperial. La banda sonora de Roque Baños acompaña acertadamente las secuencias de suspenso, de peligro, de tragedia y desesperanza, de encantamiento en la voz del personaje femenino, intercalando con silencios profundos, introduciendo al espectador en la calma o llevándolo a la expectación de lo que acontecerá. Las secuencias del tiempo (trescientos treinta y siete días) son ensambladas con elipsis que rotulan las fechas y con ellas los lapsos de los meses que van transcurriendo, situando al público amenamente en el devenir de los hechos.

Imagen extraida de https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-mentiras-ultimos-filipinas-presentan-como-criminales-cuando-eran-caballeros-cumpliendo-espana-201906261346_noticia.html

El capitán Enrique de las Morenas (Eduard Fernández) es el jefe de mayor jerarquía, quién está cargo de la misión de recuperar la plaza y “defender la grandeza de España”. Es un hombre experimentado en la guerra, pero parece envejecido y cansado, más preocupado por volver a España donde lo espera su esposa, que por las medallas que allí pudiera obtener. Acaso él es el símbolo de ese imperio fatigado en las postrimerías de su historia. Él es quien decide el atrincheramiento cuando llegan noticias de la declaración de guerra por parte de Estados Unidos a España. Hasta la primera batalla con los nativos independentistas De las Morenas se presenta como un militar cauto pero con decisión. Será a partir de ese enfrentamiento inicial que el capitán comience a verse temeroso y superado por las circunstancias. La falta de alimentos y las enfermedades comenzarán a atacar a los sitiados, hasta que el beriberi (padecimiento provocado por la falta de vitaminas) matará al jefe militar. Su muerte abrirá paso a otros dos personajes: el del teniente Martín Cerezo y el del Sargento Jimeno Costa.

Cerezo es un militar disciplinado que parece guardar cierta idea del valor y del honor. Tiene un carácter recio y firme pero le dice a su capitán que en la guerra prefiere ser de los que quieren medallas antes que de los que quieren volver. Martín, además, no tiene motivos para el regreso: su esposa e hijas murieron, así que sólo le queda el honor de no rendirse. No es desalmado, no se excede en sus acciones, pero está apegado al Reglamento de Campaña con un tesón peligrosamente irreflexivo. Su personaje, no obstante, teme. Teme ser visto como incapaz de llevar adelante la empresa, y esta faceta se revela cuando le toca quedar al mando.

Costa, en cambio, es cruel, es un asesino enviciado con matar. La debilidad y la indefensión parecen extasiarlo: el pequeño perro del capitán, Teresa, la mujer que huye en medio del asalto a la aldea, el niño a quien pretende dejar a merced de los cocodrilos, sus propios soldados durmiendo, el brazo de Carlos (Álvaro Cervantes). La interpretación logra generar rechazo inmediato y creciente en el espectador. Este sargento ocupará, no obstante, un rol muy importante: tras el fallecimiento del capitán, cuestionará a Cerezo quien irá asumiendo como suyas actitudes ruines y obstinadas que terminarán por perpetuar un sitio inútil, negando la realidad que llega en los periódicos y hasta en órdenes firmadas y entregadas en mano por sus superiores. Cerezo no puede correrse porque Costa disputa su autoridad.

El soldado Carlos, protagonista y relator, y sus compañeros son de origen humilde, ingenuos y creen que luchan por una causa pese a que no tienen entrenamiento alguno. Entre ellos aparecen los matices de la tragedia de la guerra. Carlos llega allí por la promesa de una colecta para pagar su estudio como pintor. Se hará amigo del cura, fray Carmelo (Karra Elejalde), quien lo introducirá en el consumo de opio y con ello en la perdición. El personaje de Carlos pasará por varias transformaciones: de muchacho inocente a adicto, que luego afrontará la abstinencia, la desesperación, y prontamente arrebatado por una especie de sueño furioso, se ensañará matando también. El encierro forzado luego de ser descubierto, le devolverá la cordura. 

Juan (Patrick Criado), quien tiene miedo de morir y de matar, después de ver horrorizado el cadáver del filipino al que le habían obligado a disparar la noche anterior, deserta entregándose al enemigo. Es un personaje de suma importancia: su voz se oirá por un megáfono, realista y crudo llamando a rendirse y tendrá con Carlos un diálogo muy revelador y provocador, porque en él la exaltación nacionalista y patriótica se desvanece: “España les vendió Filipinas a los yanquis (…) tanto heroísmo (…) y ¿qué cuenta? El dinero es lo que cuenta. Lo de siempre (…).” Nada de patriotismo, nada del mito estado-nación. Incita al público a preguntarse si acaso ha existido realmente tal cosa como la grandeza imperial, o sólo ha sido por dinero (“Lo de siempre” dice Juan) para los poderosos.

Imagen extraída de https://www.telva.com/cultura/album/2020/05/21/5ec6690502136e77058b45fa_17.html

El único personaje femenino es Teresa (Alexandra Masangkay), que desde el inicio cautiva al teniente. En ese mundo reducido al encierro y la batalla intempestiva, la voz de la muchacha y su sensualidad son una poderosa tentación. Teresa no huirá al ver el fusil, valiente y estoica aceptará su destino, ante un Cerezo que cierra los ojos al disparar. 

Matar la tentación, atrincherarse en una iglesia, leer textos religiosos en medio de cañonazos, develan también otro tema: la religión. La fe no es suficiente, no alcanza, ni la virgencita del soldado José (Ricardo Gómez) pudo salvarlo de sus asesinos. Sólo resta el consuelo de saber que otros cielos pueden ser peores. También se desmitifica la sacralidad religiosa.

Después de una cruenta batalla se dispone el teniente otra vez a revisar esos periódicos y una absurda información que los rebeldes tagalos no pueden conocer, muestra la verdad tan negada. Entonces, firma la capitulación. Carlos es el primero en enterarse. Todo el sacrificio resulta vano y sólo una inocente noticia faltaba para salvarlos de tanto sufrimiento. En las escenas que se suceden entre estos dos personajes, se deja ver una superioridad moral que rompe con la jerarquía militar: el soldado habla con su superior como si se tratara de cualquier persona. La disciplina militar, igualmente, se desmitifica.

La penúltima escena es una lección de honor. Tras recibir la capitulación el comandante Luna (Raymond Bagatsing) le dice a Cerezo, ante su absorto, que le brindará una guardia de honor. ¿Acaso había honor en asesinar a Teresa? ¿Acaso había honor en quemar sus hogares? ¿Acaso había honor en matar a dos soldados que no querían morir por nada? Al final, los filipinos parecían mostrar más dignidad. El film no dice nada de estas cuestiones pero el espectador bien puede pensarlas.

Cuando los últimos de Filipinas se marchan, el plano muestra a los antiguos enemigos, esos rebeldes triunfantes que entran celebrando a la iglesia y Carlos que los mira y se va sin el sueño que en vano lo trajo hasta allí. 

El film cierra con placas que hablan de los hechos históricos, fotografías de aquella resistencia imperturbable por un imperio que ya no existía y de la lucha de rebeldes filipinos que peleaban por su libertad.

Imagen extraída de https://www.lahiguera.net/cinemania/fotos/44964.html

Notas:

Muñiz Sarmiento, R. Los últimos de Filipinas: la re-visitación de un mito histórico. En: Filmhistoria Online Vol. 28, núms. 1-2 (2018), Florinda Universidad University, pág. 51.

2 Muñiz Sarmiento, R. op. cit. pág. 52. 

Muñiz Sarmiento, R. op. cit. pág. 53.

Muñiz Sarmiento, R. op. cit. pág. 53.

Muñiz Sarmiento, R. op. cit. pág. 59.

Afiche promocional de la película.

Ficha técnica

Título original: 1898: Los últimos de Filipinas

Año: 2016

País: España

Duración: 129 minutos.

Dirección: Salvador Calvo.

Guion: Alejandro Hernández

Música: Roque Baños.

Fotografía: Alex Catalán

Reparto: Luis Tosar, Álvaro Cervantes, Javier Gutiérrez, Karra Elejalde, Carlos Hipólito, Eduard Fernández, Patrick Criado, Miguel Herrán, Ricardo Gómez, Emilio Palacios, Alexandra Masangkay, Maycol Hernández, Pedro Casablank, Ciro Miró.

Producción: Enrique Cerezo P. C., 13 TV, C.I.P.I. Cinematográfica, ICAA.

Distribuidora: Amazon. 

Género: Bélico. Aventuras /Años 1900 (circa).  Histórico. Colonialismo. Cine épico.

Los comentarios están cerrados.