Ella, la reina

por Rosa Elena Figueroa y Aldana Sgandurra

¿Qué nos cuenta “Isabel”?

Una serie que cautiva desde el primer episodio, deslumbrante, llena de fuerza y energía, donde el marco histórico se plasma a la perfección: cada escenario posee una excelente ambientación sobre todo en interiores, los cuales sorprenden con cada detalle; el impecable reparto de actores, entre ellos, Michelle Jenner que interpreta a la reina de Castilla, y se destaca por su contundente y creíble actuación. Las tomas, la banda sonora y el vestuario, acompañan este relato histórico logrando que sea atractivo y didáctico. Como otro de los aspectos sobresalientes de esta superproducción, los diálogos tan apasionantes y mágicos, permiten sumergirse en aquel lenguaje de las viejas Españas, pudiendo viajar a través del tiempo. La serie Isabel se desarrolla en tres temporadas, de trece capítulos cada una. Durante el transcurso de la misma, logra atrapar e involucrar en la inquietante trama a los espectadores, ya que muestra y describe momentos tanto felices como trágicos que tuvieron que sobrellevar los personajes, sobre todo los protagonistas Isabel y Fernando, interpretado este último, por el gran actor español Rodolfo Sancho. La producción es única e inigualable; el poder de atracción que genera la misma permite mantener en vilo a la audiencia. 

Esta trama guarda relación con el contexto histórico al que remite e invita a indagar acerca de la vida de estas figuras tan emblemáticas y significativas, no sólo de relevancia para España, sino también para el mundo. 

Hablar sobre Isabel es una tarea tan interesante como a su vez compleja; su vida rompió con los estereotipos establecidos para la nobleza española de aquella época, tanto a nivel histórico, ideológico, político, social y cultural. Una mujer llena de miedos e inseguridades, los cuales se forjaron desde su niñez, y la acompañaron a lo largo de su vida. Sin embargo, es innegable su gran temperamento y coraje para sortear los diferentes obstáculos (personales y políticos) que se le presentaron, entre ellos: la separación forzada de su madre y de su hogar natal, la muerte de su hermano Alfonso, la pérdida de su segundo hijo y su propia progenitora. Estos serán algunos de los tantos duelos que debió sobrellevar para seguir luchando por su tan amada y añorada Castilla. Se puede observar una evolución no sólo en el personaje histórico, sino también en la interpretación de Michelle Jenner.  

Isabel se encontraba rodeada de personas valiosas y leales, que la acompañarían hasta sus últimos días: Gonzalo Chacón, Beatriz de Bobadilla, Gutierre de Cárdenas, Clara Alvarnéz, entre otros. Todos ellos fueron engranajes fundamentales para que Isabel pudiera lograr su cometido, y desempeñar sus tareas políticas de la mejor manera posible. Fueron un sostén en sus momentos de debilidad y permitieron que la reina creciera, madurara y recapacitara, muchas veces, ante situaciones de incertidumbre. 

Luego de varios años de luchas, estrategias, tratados, conflictos bélicos, rivalidades y muertes, Isabel logró asumir como reina de Castilla, convirtiéndose en una de las mujeres más poderosas de su época. Se debe remarcar un punto clave que acompañará el transcurso de toda la serie: la preponderancia social del varón que marca la época. También con esto romperá Isabel. En estas presentaciones iremos analizando distintos aspectos de la personalidad de la reina. Hoy abordaremos su rol como mujer en relación con el poder y la política, en la sociedad castellana de la segunda mitad del siglo XV.

La mujer y el poder en las viejas Españas

Desde el primer capítulo se presenta un mundo tradicional, patriarcal, en donde el lugar de las mujeres es diferente al de los hombres. En los diálogos se refleja la poco atractiva idea de una autoridad real en manos femeninas.

Jamás se hubiese imaginado que algunos años después, Isabel iba a gobernar Castilla sin dejarse doblegar por nada ni por nadie, defendiendo hasta el final su deber y su poder: ni su esposo Fernando podrá desplazarla de su lugar. Las mujeres de alto estatus tenían un deber fundamental: asegurar la descendencia. El hombre era la figura visible, respetada y considerada ante la ley, predominando siempre el rol masculino. Era impensado ver a una mujer defender sus ideales, luchar por sus objetivos, en fin, enfrentarse al sexo opuesto. Por esta misma razón, Isabel será tan poco común para su época y la Historia: gracias a su temperamento y valor pudo romper, aunque momentáneamente, el estereotipo. Ella tomará las riendas de su propia vida, nación y sus súbditos, no permitirá errores ni perdonará traiciones. Desde la adolescencia se notará su carácter indomable; Isabel tenía muy claras las reglas del juego desde el comienzo, y nada podrá torcerlas. Sin embargo, Isabel cargaba con grandes pesares e inseguridades, los cuales se reavivaron durante su matrimonio con Fernando, de quien estaba profundamente enamorada. Los engaños del rey Aragonés (el nacimiento de sus dos hijos bastardos), constituirán un hondo dolor para la reina, llegando al punto de perder a su futuro segundo hijo. Fernando era su gran amor, por él dudaba, se sentía débil y vulnerable, rasgos de carácter que Isabel jamás se permitía tener o sentir.  Por sobre su firmeza y rigurosidad, y a pesar de los errores y las mentiras, su amor incondicional perdonará cualquier desliz por parte del rey: en su interior cuestionará que esta actitud de los hombres sea vista como varonil, y el hecho de que, si una mujer caía en esas tentaciones, fuese repudiada. 

Isabel, entre el poder y la ambición

A través de tres temporadas la serie recorre desde el origen de la vocación de poder de Isabel hasta su muerte como “Su Católica Majestad”. Cada una de ellas se inicia con la secuencia de escenas que adelantan el final de la temporada. 

En la primera temporada, una placa ubica al espectador en tiempo y espacio: Castilla de 1474. E inmediatamente la fuente del poder de la futura reina: la muerte de su hermano el rey Enrique IV, a quién pretende suceder pese a la sombra de otra candidata, la infanta Juana.  Y pronto un diálogo que anticipa la tensión histórica que se reflejará a lo largo de todas las temporadas: la necesidad de ser coronada en breve como estrategia política frente a su adversaria, ante la posibilidad del enfado de su esposo Fernando, príncipe de Aragón y futuro rey consorte de Castilla. El carácter de Isabel marca la impronta de la puja de intereses entre los cónyuges: en Castilla mandará ella. 

El poder es algo que aparece desde el inicio de la serie como una vocación, como una promesa del destino y del propio carácter de la joven. Algo que se va a ir desenvolviendo, que se abre paso a través de los acontecimientos. El principio, con el nacimiento de la infanta Juana de la que se muestra su origen sospechoso; el traslado a la Corte, de Isabel y su hermano Alfonso, percibidos como una amenaza por el propio rey; las intrigas en que rápidamente se ven envueltos con el rechazo y el maltrato de la reina y las idas y vueltas de los nobles, encabezados por Juan Pacheco; la guerra civil que los involucra como botín de disputa entre los rebeldes y el monarca. Isabel es la contrapartida de Alfonso quien es en realidad el primero en la línea sucesoria luego de la infanta Juana. La joven se muestra madura, consciente de la responsabilidad de un reino. El juego con el espectador es permanente, la ficción apela a la realidad histórica y al conocimiento del observador: ella será la reina, su personaje parece intuirlo y la historia es ya conocida. Involucrado y usado en la Farsa de Ávila, Alfonso irá mostrándose cada vez más ambicioso y decidido a desplazar al legítimo rey… pero es un candidato más hambriento de poder que de astucia y estrategia. Isabel, en cambio, es paciente y respetuosa de su lugar. Parece esperar inconscientemente su momento, el que llega tras la abrupta muerte de su hermano. Ahora nada se interpone en su camino al trono, se muestra ambiciosa pero templada, no apela a la disputa contra el monarca legítimo, sino que se refleja incluso obediente ante el derecho de éste, pero no ante el de su hija, a quien los nobles rebeldes han señalado como ilegítima: “la Beltraneja” en alusión a su supuesto padre Beltrán de la Cueva, fiel aliado de Enrique.  En los Acuerdos de los Toros de Guisando, Isabel no cederá: llegado el momento ella debe ser la sucesora. Su inteligencia, su capacidad para negociar, para ocultar el as debajo de la manga, sacarlo en el instante y en el lugar adecuado, muestran a una Isabel intransigente en lo esencial y negociadora en lo que cree puede esperar, moderada y segura, fuerte y ambiciosa, prudente y osada. Por todo ello, sale triunfante. 

El poder está siempre en disputa, incluso con su esposo Fernando. Las condiciones del matrimonio y su coronación como reina son el inicio de una tensión permanente: Fernando quiere ser reconocido como rey de Castilla, no como consorte o como esposo legítimo, pero Isabel se posiciona con firmeza y se impone. El poder se trascribe en los intereses contrapuestos de Aragón y Castilla. Aragón tiene un enemigo cristiano que es Francia y sus pretensiones miran al Mediterráneo; Castilla busca finalizar la Reconquista, su enemigo es el moro y su objetivo el Reino Nazarí de Granada; sus miras se abren con la aparición de Colón hacia el Atlántico, el “mar tenebroso” y la ruta a las Indias por el Oeste. Si Isabel necesitaba de Fernando para oponerse a las órdenes de su hermano Enrique IV, y de Castilla para fortalecer su futuro reino ante las intrigas de los nobles, Aragón precisaba de un aliado para resistir a Francia y contar con fuerza amiga en un reino demasiado pobre. Los intereses de Aragón siempre serán pospuestos, incluso a traición por la reina. 

En la segunda temporada la joven con vocación de poder, inteligente y estratega se va convirtiendo en esa reina soberbia, que conoce de primera mano los claroscuros del poder. Si en la primera temporada Isabel se muestra virtuosa y cree en un ejercicio tal de su reinado, en la segunda ya sabe que tendrá que cometer cosas que repugnan a su conciencia. Hay un debate en el interior del monarca y siempre triunfa el poder, las necesidades del mismo y de la política, justificando siempre su accionar con la frase: por “el bien de Castilla” y por la fe. 

La autoridad es parte de su carácter, la contraposición con la figura de Alfonso y fundamentalmente con la del rey Enrique, hace pensar al espectador en la necesidad, en la imprescindibilidad de una autoridad capaz de imponerse a toda intriga, capaz de doblegar las viejas costumbres que empantanan el futuro promisorio de Castilla, que siempre se anuncia. Si el espectador sabe o no de Historia, si conoce o no los acontecimientos históricos no interesa, la ficción deja bien en claro que es ella y no otra la que debe gobernar este reino envuelto en traiciones y guerras civiles que respondían a los intereses mezquinos de sus promotores y no al “bien de Castilla”. 

La fuerza de los monarcas se afianza en la segunda temporada, y la nueva era que la misma Isabel augura en la anterior etapa, comienza a vislumbrase con la muerte de los protagonistas de un tiempo viejo. La futura reina de los primeros capítulos, cede cuando es preciso, retrocede para planear cómo avanzar, por eso firma el reinado de tres con Carrillo, sabiendo que es necesario para alcanzar la próxima posición y entonces, traicionar si hay que traicionar. En este sentido, sabe aprender de sus enemigos y aliados interesados, toma sus propias herramientas para maniobrar entre ellos y usarlas en su contra cuando llegue la oportunidad. Hasta su esposo, es persuadido de ceder a sus impulsos en beneficio de la estratagema. La consolidación del poder real en la segunda temporada se refleja en una actitud más soberbia y arrogante de una reina fuerte y decidida. Ha conseguido el lugar que quería. Sus enemigos o han muerto o han sido doblegados hasta por lo más crueles métodos: un Diego Pacheco, marqués de Villena no sólo ha sido despojado de sus bienes y rentas, lo será también de su vida si no jura lealtad, y así termina haciéndolo de forma humillante. Una a una somete todas las voluntades, con distintas jugadas que emplea con magistral astucia y aquellos que alguna vez fueron sus acérrimos opositores como los Mendoza, supieron ser atraídos por favores inesperados o incluso sin ellos, como Beltrán de la Cueva, el más fiel amigo de su adversario Enrique. En el trato a sus servidores se refleja, hasta con cierta altanería, la autoridad incuestionable que ha sabido construir. Si antes tenía un nombre, Beltrán de la Cueva, ahora en el campamento frente al Reino de Granada que aún resiste, sólo es un “soldado”: ya no hay vasallos nobiliarios a los cuales tratar casi como iguales sino un ejército con soldados sometidos indiscutiblemente a la autoridad real. 

Pero esa primacía del poder y del deber, aún sobre la conciencia y sobre el amor, comienzan a pagar su precio en la tercera temporada. La reina está dispuesta a ceder a la instauración de la Inquisición para lograr una Castilla y una Granada cristianas. Así como decidió expulsar a los judíos quienes tan fieles habían sido a su causa, dispondrá someter a los infieles, privilegiando en su lecho de muerte la postura de Cisneros, su confesor. Pero si en este aspecto sigue siendo “implacable” como supo describirla el converso Cabrera, en otros su fuerza va cediendo lugar a diversos rasgos de su personalidad. Es hora de cumplir con las promesas pospuestas a Fernando y a su reino de Aragón; aun así, Isabel sigue prefiriendo las hechas a Castilla. Por eso, jugando con un poco de intuición apuesta a la aventura de Colón de unir su reino a las Indias por la ruta del Oeste que resultó en la llegada a un continente que desconocían. Pero no deja de ser el tiempo de Aragón, y los deberes del poder imponen las alianzas por sobre los sentimientos. Los hijos son prenda de alianzas, aquello que ella misma, paradójicamente, se negó a ser. Las promesas y la palabra de los reyes que quedaba atrás por la fuerza de los intereses, ahora se quebrantarán con sus propios hijos y eso comienza a pesarle a la fuerte y entera reina de Castilla. De todas esas alianzas el único que quedará junto a ella será su tesoro más preciado, el heredero al trono, Juan. Pero su débil personalidad y su frágil salud, le impedirán cumplir con la carga impuesta. Luego perderá a su nieto al nacer, también a su primogénita Isabel y finalmente al hijo de ésta última. El dolor comienza a hacer que la madre vaya tomando el lugar de la reina que, sin embargo, sigue siendo escuchada con la autoridad que se ha sabido ganar. Se aferrará al hijo que la infanta ha dejado pero el destino también se lo arrebatará y entonces el dolor tomará el espacio hasta de la fe tan profunda en el corazón de Isabel. Y de a poco la fuerza física la irá abandonando también. Aun así, en el ocaso, ese carácter implacable y soberbio se levantará con sus últimas fuerzas frente a sus viejos enemigos que como fantasmas del pasado pueden intuir el final próximo. Volverá a humillar a Diego Pacheco y lo despedirá como ha vivido, dice, “plantando cara” a sus enemigos. 

¿Qué nos deja “Isabel”?

“Isabel” es una serie que busca contar una historia de trasfondo histórico, centrándose en una figura. La elección es la de una mujer en un tiempo y en una sociedad, quien supo abrirse paso entre poderosos e intrigantes hombres, a base de carácter, ambición, inteligencia, astucia y el valor propio de los caballeros guerreros de entonces. Y todo sin perder su condición de mujer, de madre, esposa y ferviente devota. Podría haberse contado esa época como tal, o bien a partir de ambos reyes católicos, pero el director ha querido hacerlo a través de esa muchacha que parece predestinada por la Providencia a dirigir el destino del reino de Castilla, logrando mostrar una época y una cultura en sus más diversos aspectos: el lugar de la mujer, desde las campesinas pobres hasta y fundamentalmente las damas de la más alta alcurnia: las reinas y princesas. A través de “Isabel” el director se adentra en las disputas políticas (incluso en aquellas a las que hoy le asignamos la categoría de geopolíticas), de los reinos europeos en los inicios de una modernidad en transición con el medioevo. La elección de Isabel como personaje central no es casual: su impronta se encuentra configurada en uno de esos momentos decisivos de cambio histórico.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO: Isabel (TV Series)

AÑOS: 2012-1014    

ORIGEN: España

DIRECTOR: Fernando López Puig/ Jordi Frades

COORDINADOR DE GUION: José Luis Martín

GUIONISTAS: Laura Sarmiento, Nacho Pérez de la Paz, Pau Siero y Daniel Martín Sáez da Parayuelo

MÚSICA: Jaime Barros

FOTOGRAFÍA: David Azcano

DURACIÓN: 70 minutos cada capítulo

ELENCO: Michelle Jenner/ Rodolfo Sancho/Bárbara Lennie/Pedro Casablanc/Ramón Madaula/ Sergio Peris-Mencheta/ William Miller/ Clara Sanchis/ Ainhoa Santamaría/ Andrés Herrera/ Pere Ponce/ Javier Rey/ Mónica Vic

PRODUCCIÓN: Laura García

GÉNERO: Serie de TV. Histórica-Drama. 

CLASIFICACIÓN: Mayores de 13 añosExtraído de Radio Televisión Española: rtv


Las imágenes fueron extraídas de:

https://www.rtve.es/alacarta/videos/isabel/isabel-capitulo-13/1589115/

https://cursosdeguion.com/142-que-contiene-la-biblia-de-la-serie-isabel/



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