Brujas de ayer y hoy

por Clara Agustina Sana

A lo largo de la historia de la humanidad, y particularmente durante el primer milenio, se ha ido construyendo la figura de este ser mitológico que conocemos con el nombre de “bruja”. Con los aportes de las religiones monoteístas, pero también de las narraciones de las comunidades paganas, la literatura y el arte, el término fue caracterizando a una mujer que vivía en el bosque, que se encontraba asociada con la noche y con los ritos demoníacos, y cuyas prácticas se encuadraban por fuera de los mandatos aceptados socialmente.

En esta oportunidad, abordamos el film “Akelarre”, una producción que, a pesar de ser catalogada como cine histórico o cine de época, tiene un fuerte correlato con nuestro presente. La película desarrolla el concepto de bruja, presentándonos a un grupo de adolescentes vascas que serán enjuiciadas por un tribunal inquisitorial en el año 1609, acusadas de practicar la brujería por haber sido observadas bailando y cantando en las afueras de un bosque. 

El proceso no es novedoso. La práctica de la cacería de brujas era tan habitual que terminó convirtiéndose en un acontecimiento casi rutinario para la sociedad europea de aquel entonces, elemento que el film desarrolla minuciosamente en varias de sus escenas. Sin embargo, la estrategia que llevará a cabo este grupo de amigas genera en el espectador una invitación para repensar ciertos aspectos, relacionados con conceptos tales como el feminismo, la violencia, el imaginario colectivo de su época y la nuestra, las herramientas de coerción, la sociedad patriarcal, entre otros. 

Ahora bien, veamos de qué se trata esta cacería de brujas que desarrolla la producción, y que fue la principal preocupación de los Estados y la Iglesia por más de trescientos años. Hablamos principalmente de las mujeres más mayores de las comunidades campesinas: las parteras y las curanderas (o yerberas). Mujeres que desarrollaban prácticas que involucraban el manejo de los conocimientos de la medicina alternativa, y la capacidad de traer (o no) una nueva vida a este mundo. Pero también hablamos de toda actividad que se realizaba sin la participación o la supervisión de un hombre en el bosque, como bailar o cantar; el relato de sueños por fuera de los contenidos religiosos o sagrados, el sentimiento corporal de la lujuria, la fiebre, las enfermedades mentales o los abortos espontáneos. En otras palabras: el sentir y experimentar lo que al cuerpo le acontecía. Hablamos, en definitiva, de una gran y ambigua cantidad de situaciones que pudieron ser catalogadas como propias de la brujería las cuales veremos en su mayoría, en la película, en torno a las mujeres que finalmente fueron llevadas a una prisión para confesar de manera previa al juicio inquisitorial.

Este tema, siempre presente en el imaginario del cine, sale a la luz nuevamente en la pantalla grande de la mano del director argentino Pablo Agüero, quien convocó a un gran elenco europeo para trabajar esta propuesta que se convirtió en poco tiempo en un éxito transatlántico. Esta vez la temática cuenta con una estética moderna totalmente diferente a las anteriores producciones que la abordaron, y con un elenco sumamente joven y espontáneo que a través de su actuación nos muestra las convicciones de la juventud contemporánea. De esta manera, pudiendo aunar pasado y presente podemos comenzar a esbozar algunas líneas de análisis histórico, alrededor de este personaje que siempre es femenino.  

Las guerras entre los monarcas, y las actividades de caza y recolección en territorios lejanos o en el mar (como es el caso del film) convocaban a la población masculina de las aldeas, ciudades o feudos, dejando a las mujeres solas prácticamente durante todo el año. Esta situación alentaba la concepción de la vulnerabilidad femenina, en tanto que su inocencia las tornaba mucho más indefensas frente a las malas influencias, en este caso demoníacas. La película transmite muy bien este concepto en una suerte de metáfora realizada con el grupo que es acusado de practicar la brujería: mujeres muy jóvenes, indefensas e inexpertas, en donde el despertar o madurar vino acompañado de dicha práctica debido a su situación de vulnerabilidad. 

Claro que estos acontecimientos no eran una simple preocupación. Cada poblado encomendaba un hombre de fe al control de la situación; en el film contamos con el padre Cristóbal (Asier Oruesagasti) para recibir a los jueces en el poblado y servir de intermediario. Incluso se ha escrito mucha literatura al respecto a lo largo de la historia, como el manual por excelencia Malleus maleficarum o El martillo de las brujas de Enrique Kramer y Jakob Sprenger. Según el texto, toda la brujería provenía del apetito carnal que en las mujeres era insaciable. La superstición, por lo tanto, se encuentra ante todo en el ser femenino quien, debido a su inocente juventud, su belleza, su falta de astucia o su vulnerabilidad, podía ser engañada por el maligno. De esta forma el pecado que se instauró en la mujer destruía el alma al despojarla de las virtudes y corrompía al resto de la población masculina propagando tres vicios generales, que tienen un especial dominio entre las mujeres “malvadas”: la infidelidad, la ambición y la lujuria (conceptos referidos al deseo propio de la sexualidad o a la aspiración material, dos ideas que desarrollaremos más adelante).

Se implantó entonces una cacería de brujas, organizada desde el poder político y el poder religioso, que duró más de trescientos años y que se cobró la vida de más de doscientas cincuenta mil mujeres alrededor del mundo. El juicio inquisitorial en donde se las interrogaba para provocar su confesión, se había vuelto prácticamente un espectáculo en Europa, en donde la tortura y la arenga del público que ansiaba ver la violencia sobre los cuerpos, se exacerbaban en cada episodio. En el film, podemos ver las secuelas y el dolor físico con el que cada una de las mujeres regresaba a la prisión luego de ser interrogadas por separado, tomas que llegan al espectador interpelando su sensibilidad de una manera cruenta pero a la vez real, casi palpable. Es debido a esta tortura y a la conclusión a la que arriban acerca de que su ejecución es inminente (sin importar que se descubran o no los verdaderos hechos) que las amigas demuestran su inteligencia y elaboran un plan: entretener a sus inquisidores con historias fantásticas sobre el tan anhelado “Sabbat” de las brujas.

De esta manera, los jueces escuchan con atención cada palabra del relato y se dejan embaucar con cada sinfonía cantada por cada una de las mujeres, anotando y dibujando las supuestas escenas que incluía el ritual. Así continúan durante varios días, hasta que el engaño se descubre y Ana (la protagonista, interpretada por Amaia Aberasturi) debe tomar las riendas del asunto para que no ejecuten a sus amigas: confiesa que solo ella es la bruja, y que sus amigas están bajo sus efectos mágicos. Es entonces cuando el proceso continúa con Ana como protagonista y la historia da un giro. Este acto de generosidad que conmueve, permite destacar el trabajo cooperativo entre las mujeres a lo largo del tiempo. La sororidad que tantas veces se pretende atacar o juzgar, y que los inquisidores intentaron quebrar al citar por separado a las acusadas, se encuentra revalorizada en este grupo de amigas que prefiere dar su propia vida en un juicio despiadado, antes que salvarse inculpando una a la otra.  

La narración de la película nos muestra ciertas prioridades para los jueces y para el señor de la aldea: la obligatoriedad del idioma castellano y no del vasco u otra lengua “pagana”, la importancia de la delimitación territorial de la aldea entendiendo al bosque como un lugar peligroso, la división social del trabajo en la que ciertos oficios eran considerados masculinos (como el ir de pesca) y otros femeninos (como tejer y cocinar). Todos estos elementos nos ayudan a situarnos en la época y a caracterizar muy bien el momento. 

Sin embargo, y haciendo un análisis más minucioso, esta ficción nos permite desarrollar el trasfondo histórico que en definitiva no es otro que el control político de los cuerpos, el monopolio del conocimiento y la acumulación desigual de la riqueza.

El primero de estos conceptos refiere al control político de los cuerpos. Esto se relaciona con el análisis de las etapas de la historia en las cuales es el trabajo humano el generador de riqueza. De esta manera quien controle el cuerpo, controla su producto. El medioevo e incluso la modernidad son etapas históricas en las cuales esto es visible, constituyéndose un sistema económico en el cual la servidumbre sobrevivía de múltiples formas. El objetivo del poder, según iban pasando los años, iba modificando esa forma de apropiación y explotación de los cuerpos, llegando incluso a controlar la procreación y la descendencia, aspectos prioritariamente femeninos. Al llegar a una instancia del conocimiento en donde resultaba innegable el milagro de la vida y la procreación, se pasó a valorar la virginidad como una virtud. 

Lo que promulgaban las brujas, en definitiva, era la reapropiación del propio cuerpo, para hacer con éste lo que se quiera (permitir incluso el ingreso de un “espíritu”), y alejarlo de la privatización primero de la Iglesia, luego del Estado y finalmente del mercado. Lo que Ana (la ya mencionada Amaia Aberasturi), María (Yune Nogueiras), Maider (Jone Laspiur), Olaia (Irati Saez de Urabain) y Katalin (Garazi Urkola) hacen a escondidas primero en el bosque y luego en prisión, tiene que ver con la libertad del mismo: revolcarse en la tierra, consumir los productos naturales que encontraban entre el pasto, saltar, cantar y reír. 

 El segundo concepto se encuentra en relación al monopolio del conocimiento. Como se ha explicado más arriba, el trasfondo que esconde el menosprecio a ciertos oficios del pasado no es sino una puja por acaparar de manera “oficial” cierto caudal de conocimiento: estamos hablando por excelencia de la medicina. Las mujeres “brujas” del campo conocían medicinas alternativas de origen natural, como ciertas raíces o yuyos, y aplicaban remedios caseros a determinadas dolencias del cuerpo o del alma causando, por lo tanto, una gran controversia para con la medicina tradicional de la época. Las ancianas que lavan y preparan a Ana para su interrogatorio final se lo transmiten en vasco: “los hombres temen a las mujeres que no les temen”, ellos necesitaban su oficio, pero lejos de valorarlo las menospreciaban permanentemente y les negaban el ejercicio del mismo en libertad. 

A lo largo de toda la historia de la humanidad ciertos espacios para el desarrollo del intelecto y su ejercicio fueron reservados para los varones: la educación formal, el sufragio, cierto porcentaje del mercado laboral, etc. No es de extrañar que en una etapa en donde el modelo económico está estableciendo la división social del trabajo, las mujeres solamente se encuadren dentro de lo ilegal, lo pagano o en este caso lo maldito.

Finalmente, el último ítem planteado en relación a la creación y propagación del concepto de las brujas es el de la acumulación desigual de la riqueza. Este último aspecto solo se entiende una vez analizados los dos anteriores, puesto que es el aspecto cúlmine del proceso, elemento que aún hoy nos atraviesa como sociedad en la contemporaneidad. Propagando un sistema en donde la mujer estaba dominada y relegada a las tareas de la procreación, gracias a un cuerpo sometido por la cosmovisión de la época, el hombre desarrollaba libremente el ejercicio de la producción, y repartía de manera desigual su producto. Esto se convirtió entonces en una característica fundamental para el desarrollo y la implementación del sistema capitalista en la historia, y dichas rebeldes fueron quemadas.

Hoy en día el manual para identificar a una bruja ya no existe como soporte de conocimiento objetivo, y el contenido discursivo de los Estados ha ido cambiando a lo largo de los años. Lo que lamentablemente no podemos negar es que cuando aparecen la intención de juzgar y castigar, y se ofrece a su disposición todo el monopolio de la violencia (que en términos generales se presenta como la misoginia, el racismo o la exclusión), aparece nuevamente frente a nuestros ojos la guía explicativa sobre cómo terminar con las brujas, porque lo que se observa en definitiva es a todo el aparato jurídico y penal contra un enemigo común. 

En el ejercicio de tender puentes entre el pasado y el presente, debemos considerar una mención al gran éxito de esta producción en los premios Goya del corriente año en su 35º edición. Sus más de dieciocho candidaturas demuestran la ardua labor creativa de la producción, y sus más de nueve nominaciones reconocen el éxito del trabajo a las mujeres, resultando ellas las ganadoras de la mayoría de las mismas. Por lo tanto, siendo una entrega en la que se repartieron exactamente la mitad de las distinciones al género femenino, “Akelarre” trascenderá como otra de las tantas producciones en donde las nominaciones reconocieron a sus actrices y colaboradoras por un excelente trabajo.

La ficción que analizamos en esta oportunidad nos transportó a un escenario de hace siglos, con una lengua diferente, un vestuario preciso y una ambientación correcta. Su trama histórica nos presentó a un grupo de amigas que recurrió a su intelecto para sobrevivir, que a través de la sororidad decidió sacrificarse en su individualidad para salvar a sus demás compañeras, pero que a pesar de todo terminó de una manera dolorosa para ellas como protagonistas, y para nosotros como espectadores. Hoy en día la hoguera ya quedó atrás; sin embargo, si podemos ver su agresión reconfigurada en el femicidio, el maltrato y la discriminación, cabe entonces preguntarse ¿cuándo terminará la cacería de brujas?

Ficha técnica

Título original: Akelarre

Año: 2020

Duración: 90 min.

País: España

Dirección: Pablo Agüero

Guión: Pablo Agüero, Katell Guillou

Música: Maite Arrotajauregi, Aránzazu Calleja

Fotografía: Javier Agirre Erauso

Reparto: Amaia Aberasturi, Àlex Brendemühl, Daniel Fanego, Jone Laspiur, Daniel Chamorro, Iñigo de la Iglesia, Yune Nogueiras, Elena Uriz, Asier Oruesagasti, Garazi Urkola, Irati Saez de Urabain, Lorea Ibarra 

Productora: Co-production España-Argentina-Francia; Sorgin Films, Tita Productions, Kowalski Films, Lamia Producciones, La Fidèle Production

Género: Drama, Cine de época.

Afiche promocional de la película. Foto extraída de: https://www.filmaffinity.com/es/film823863.html

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